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De Todo un Poco

LOS REGALOS DE NAVIDAD

Empieza la temporada de reuniones, abrazos, tradiciones y rituales

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Estamos ya a finales de otro año. Empieza la temporada de reuniones, abrazos, tradiciones y rituales. Una de las tradiciones más representativas es la de dar regalos. Generalmente pensamos en darles un regalo a nuestros seres más queridos, ya sea familiares o amigos, también a las personas con las que tenemos una relación profesional, pero sin duda como papás y mamás, poder darles un regalo a nuestros hijos es una de las tradiciones que nos dan más alegría. Esta tradición va cambiando según la etapa de desarrollo de nuestros hijos, los rituales van evolucionando, sin embargo, la cara de asombro y emoción de nuestros niños y niñas cuando abren sus regalos bajo el árbol de navidad es algo que nunca olvidamos.

Hacemos nuestro mejor esfuerzo para darles lo que más desean. Cuando son pequeños escriben a Santa o a los Reyes, y cuando van creciendo simplemente nos lo piden. No siempre podemos cumplirles sus sueños, pero tratamos de acercarnos. El problema es cuando esta maravillosa tradición de dar regalos, la confundimos y la convertimos en una herramienta de “manejo de conducta, de disciplina, de cumplimiento de expectativas”.

Tal vez, deberíamos empezar por preguntarnos ¿Qué significa regalar? Según la definición en el Diccionario de la Real Academia Española, regalar es “Dar a alguien, sin recibir nada a cambio, algo en muestra de afecto o consideración o por otro motivo”. La parte importante de esta definición es “SIN RECIBIR NADA A CAMBIO”, sobre todo cuando hablamos de hacerles regalos a los niños. En muchas ocasiones les pedimos que “paguen” sus regalos a través de comportamientos esperados, muestras de afecto o cumplimiento de ciertas condiciones.

Cuando le damos un regalo a alguien, ese regalo no puede tener condiciones, ya que en ese caso dejaría de llamarse regalo. El receptor del regalo debería de poder hacer con él lo que quisiera, ya que es suyo. Cuando le damos un regalo a otro adulto, no se lo damos con una serie de restricciones, simplemente se lo damos y reconocemos que a partir de ese momento es de su propiedad y puede hacer lo que quiera con él. Debería ser exactamente igual cuando les damos un regalo a los niños.

Los regalos tampoco deberían darse con una serie de reglas y condiciones de lo que sí se puede hacer o no con ellos. Nuestra hija debe de poder cortarte el pelo al muñeco que le acabamos de regalar, porque es de ella. Si a nuestro hijo le dimos un sobre con dinero como regalo, debe de poder gastarlo en lo que quiera, aunque a nosotros nos parezca que está “tirando el dinero”. Si le regalamos un triciclo y decide usarlo para construir un castillo en lugar de salir al patio, es su decisión porque es suyo. En lugar de enojarnos, regañarlos, o de intentar controlar el modo en que lo usan, tal vez los que tenemos que cambiar somos nosotros. Preguntarnos si estamos dispuestos a respetar sus decisiones, si el regalo que les estamos dando es apropiado o corresponde para su etapa de desarrollo, si realmente pueden cuidarlo y si estamos dispuestos a que nuestra inversión se pierda en caso contrario.

Los regalos tampoco deben de ir atados a expectativas de agradecimiento. Obviamente nos gusta que nuestros hijos nos den las gracias, pero el agradecimiento no puede ser condicionado. El agradecimiento verdadero debe de venir desde adentro del niño, se cultiva a lo largo del tiempo. 

Los regalos ya no se pueden quitar. Si les quitamos algo que es de ellos, es robarles. No importa si tienen 2 o 20 años. Si se los podemos dar y quitar a nuestro antojo, entonces no son de ellos y no son un regalo. Por lo mismo, no pueden usarse para condicionar o controlar ciertos comportamientos.

Los regalos no deben de estar condicionados a ser compartidos. Regresamos a la idea de que, si es suyo, puede hacer lo que quiera con él. Tal vez si lo quiera compartir, o tal vez no, es su decisión. Si queremos que algún objeto sea para uso de toda la familia y no solo de alguno de nuestros hijos, entonces no pensemos en ese objeto como un regalo, sino como parte de los objetos que están en casa para su uso.  Por ejemplo, una pelota de futbol para toda la familia.

Finalmente recordemos que no porque le demos un regalo a nuestros hijos, no importa cuánto esfuerzo hayamos puesto en dárselos, ese regalo debe ser algo que por fuerza debe de gustarles o de sentirse emocionados cuando lo reciben. Debemos de recordar que sobre todo los niños pequeños no pueden ocultar sus emociones. Cuando algo no es lo que esperan, generalmente se les nota en su expresión, incluso hasta pueden llegar a llorar y tener una explosión de su frustración. Las fiestas decembrinas son momentos de muchas emociones, de mucho movimiento y los niños pequeños pueden sentirse sobrepasados. Seamos empáticos y no tomemos personal estas reacciones. Evitemos compararlos con otros niños, avergonzarlos, regañarlos cuando su reacción no sea la que esperábamos. Acompañarlos cuando las cosas no son como las esperaban, es uno de nuestros mejores regalos.

Por eso es importante reflexionar qué les queremos regalar a nuestros hijos. Debemos de recordar que en el momento que les damos algo como REGALO, deja de ser nuestro y se convierte en suyo. Ya no podemos decidir cómo ni cuándo se usa. Es propiedad del receptor, y pueden usarlo como él o ella quiera siempre y cuando no lastime a nadie ni a nada. No porque sean niños y niñas las reglas cambian.

Pongámosle un enorme moño a nuestros regalos, con nuestras mejores intenciones de que el receptor lo disfrute enormemente, pero sin ninguna expectativa ni condición. Y como papás y mamás, recordemos que tal vez el mejor regalo que les podemos dar a nuestros hijos es el de abrir nuestros corazones y darles la bienvenida exactamente a los seres humanos que son y no a los que quisiéramos que fueran.

Les deseo unas felices fiestas y nos vemos en el 2022.

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