Es innegable que, en la actualidad, vivimos un marcado permitir todo, que ocasiona que muchos padres de familia se angustien al comprobar que a sus hijos les falta el hábito del esfuerzo.
Lo anterior se debe a que carecen de formación en este sentido; no se les exige lo suficiente, se transige, se les permite casi todo, procurando que no se enojen ni se encaprichen.
Lo que debemos considerar es que a todos y cada uno de nuestros hijos tienen inmensas posibilidades. Se puede obtener mucho de su buena naturaleza. Desgraciadamente, no se les forja sino solamente se les deja vivir.
Por ello no tienen voluntad suficiente. Algunos han dicho que éste es el mal de la época. Para contrarrestarlo se hace necesaria una medida enérgica que combata el pesimismo actual y desenvuelva en ellos la energía.
Es urgente, porque los niños llevan en sí todo el porvenir. Muchos padres tienen miedo de pedir esfuerzos a sus hijos, y eso bajo los pretextos más sutiles; temor de contrariar al niño, de causarle algún disgusto, de hacer que se enfade…
Es la educación al revés, porque esos niños que no saben dominarse, ni renunciar, ni molestarse por los demás de una manera, al menos, adaptada a su edad; serán más tarde vencidos en la vida, si no es que se convierten en tiranos de aquellos con quienes conviven.
¿Nos hemos puesto a pensar qué será de nuestros hijos, así educados? ¿Van a ser felices el día de mañana? ¿Podrán sobrevivir en una sociedad donde el esfuerzo, la capacidad de vencimiento, el arrojo, la audacia, son exigidos constantemente, y cada vez en mayor medida?
¡Seguramente no! Serán, aunque parezca duro, unas veletas que sufrirán a diario y que, incluso, reprocharán a sus padres la educación; o mejor aún, la carencia de educación que les han ofrecido.
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