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DISCIPLINA AMISTOSA

La tarea más difíciles de los padres consiste en tratar de educar a sus hijos, Esto implica establecimiento de límites y reglas que deben ser cumplidos.

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Una de las tareas más difíciles de los padres consiste en tratar de educar a sus hijos. Esto implica por supuesto el establecimiento de límites y reglas que deben ser cumplidos. No es difícil escuchar en la calle, especialmente en centros comerciales, a una desesperada señora pegándole de gritos a su hijo que por enésima vez se soltó dando vueltas alrededor de los escaparates o que convirtió el carrito del super en un Ferrari y va por los pasillos corriendo.

Tampoco resulta difícil recordar la impresionante cantidad de amenazas que un padre es capaz de proferir “Si no mejoras tus calificaciones, no podrás ver la televisión en un mes”, “Si sigues molestando a tu hermana, te voy a castigar”, “Si no haces…”.

En realidad, uno de los principales problemas a la hora de establecer límites en la educación de los pequeños es la falta de congruencia por parte de los padres.  En muchas ocasiones y dependiendo del estado de ánimo del día, permitimos cosas que en otro momento nos parecerían reprobables; o bien, nos la pasamos haciendo amenazas que nunca se cumplen.

Los niños tienen un séptimo sentido, y una gran inteligencia y saben esto a la perfección. Saben que si se acercan con cara de inocencia cuando papá y mamá están de buen humor pueden conseguir casi lo que sea. Un momento ideal para pedir algo es cuando mamá está hablando por teléfono con alguna amiga.

Los únicos culpables de que esto suceda somos los padres. No se trata de convertirse en un sargento, sino de respetar nuestros propios dictámenes. De hecho, al niño se le puede plantear como una opción más que como un castigo. Por ejemplo, en lugar de decirle: “Si no terminas la tarea te quedas sin ver televisión” se le puede decir: “Puedes administrar tu tiempo como mejor te parezca, la única regla es que primero hay que hacer las tareas, puedes apurarte y así ver los programas que te interesan, o tardarte todo el tiempo que quieras, pero lo más probable es que ya no tengas oportunidad de ver la tele. “De esta manera el niño deja de sentir rebeldía por algo impuesto, la responsabilidad de sus actos recae directamente en él y se puede imponer una serie de límites de una manera amistosa. No obstante, los primeros que debemos acatarlos somos los adultos. ¿No le parece?

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