Ahora existe el fenómeno social de los “Tweens”, niños entre los 9 y los 13 años, que no son tan niños, pero tampoco son adolescentes. El término surge de la preposición inglesa “between”, que quiere decir “entre”, y estos niños están entre la infancia y la adolescencia.
Cuando nuestros niños son pequeños, estamos muy pendientes de ellos, desde que nacen, hasta que entran al kinder nos preocupamos por ayudarlos a formar hábitos, buscamos satisfacer sus necesidades y estamos muy presentes en cada nueva etapa: estableciendo rutinas del sueño, introduciendo nuevos alimentos, estimulando el lenguaje, apoyando en el control de esfínteres… así, nuestros niños pequeños entran al kinder y estamos ahí pendientes de la tarea, participamos en las actividades escolares, nos hacemos presentes en su ámbito social e invitamos a sus amiguitos a casa para que aprendan a convivir y compartir. Pasan a primaria, y los dos primeros años seguimos presentes para ayudarlos a formar hábitos de estudio, poco a poco empezamos a observar que hay mayor independencia y, al parecer, cada vez nos necesitan menos. Ya conocemos a sus amiguitos, ya tienen una rutina establecida en casa y ya se han familiarizado con la dinámica escolar. Cuando pasan a tercero de primaria continúan con ese ritmo y nosotros, sin darnos cuenta, nos hacemos a un lado.
Pasan algunos años y observamos ciertas conductas, pero no nos preocupamos mucho hasta que vemos que están por entrar a la tan temida adolescencia. Es entonces cuando buscamos información para hablar con ellos sobre sexualidad, prevención de adicciones y detección de conductas de riesgo. Pero olvidamos que solos años previos a la adolescencia los que los preparan para esta nueva etapa.
Ahora existe el fenómeno social de los “Tweens”, niños entre los 9 y los 13 años, que no son tan niños, pero tampoco son adolescentes. El término surge de la preposición inglesa “between”, que quiere decir “entre”, y estos niños están entre la infancia y la adolescencia.
Los propios “Tweens” no se perciben a sí mismos como niños, empiezan a buscar sus propios gustos e intereses, quieren participar y dar su opinión. Con la entrada de la Era Digital, tienen acceso a todo tipo de información, por lo que hablan de ciertos temas que les hacen parecer más grandes, pero no necesariamente entienden de lo que están hablando. También son blanco de campañas publicitarias, lo que los ha vuelto una generación de gustos sofisticados y absolutamente consumista, deseosos de vivir experiencias adelantadas a su edad.
Podemos ver a niños con dispositivos digitales de vanguardia, practicando deportes extremos e imitando conductas de adolescentes en fiestas, bebiendo y fumando “vape”. Niñas que hacen cita para el manicure, cuidan su imagen, dan consejos sobre cuidado personal y hasta de nutrición. Todos imitando a los adolescentes que tienen cerca gracias a las redes sociales y a los programas de entretenimiento en donde los adultos han salido de pantalla, ya sea porque están de viaje, salen a trabajar, o simplemente, no viven con ellos.
Los padres necesitamos recuperar nuestro papel como adultos responsables en la vida de nuestros hijos, reconstruir nuestra relación con los “Tweens” para volver a ser sus modelos de referencia, ellos aún dependen de nosotros y necesitan sentirse seguros bajo nuestro cuidado. Si bien, podemos darles espacio para que experimenten la toma de decisiones y vayan construyendo su propia personalidad, no podemos hacernos a un lado por completo. Es importante que los “Tweens” se sientan cómodos, dentro de una relación de confianza y respeto en donde puedan compartir sus experiencias y preguntar sus inquietudes. El ser una figura importante en sus vidas nos va a permitir tener mayor influencia en sus decisiones.
Puedes planear reuniones familiares, establecer un día de la semana para estar con toda la familia, hacer juegos de mesa, ver una serie juntos, o simplemente cenar y platicar, se trata de mostrar interés por todos y cada uno de los miembros de la familia y fortalecer lazos afectivos.
Cuando identifiques posibles riesgos, anticípate a los problemas. Invita a tus hijos a una plática preventiva, hablen abiertamente del tema, y aunque es importante que tu des información, también es importante que escuches a tus hijos, pregúntales su punto de vista, invítalos a reflexionar sobre las posibles consecuencias y los riesgos, expongan alternativas para evitarlos.
Permite que tu hijo vaya tomando pequeñas decisiones, apóyate ofreciéndole opciones para que pueda elegir, esto ayudará a disminuir luchas de poder, él sentirá que tiene control sobre la situación, aumentará su autoestima y, al mismo tiempo, aprenderá sobre consecuencias.
Aunque seas el adulto, no necesariamente tienes que ser serio o solemne, puedes educar con sentido del humor, hacer bromas, dejar pasar ciertas conductas y mantener un ambiente de armonía y respeto.
No olvides que tú eres el adulto, hay cosas que no son cuestionables, salud y seguridad tiene una prioridad. Establezcan juntos sencillas reglas y límites claros sobre lo que está, y no está permitido.
No importa la edad que tengan los hijos, siempre van a necesitar relaciones sanas con sus padres, y para nosotros será más sencillo transmitir nuestros valores si ellos están dispuestos a escucharnos.
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