PROFUNDO RESPETO A LOS PROFESORES

Un físico nuclear que se gradúa de Harvard goza del asombro y admiración de todos los que le rodean, mientras que un maestro de una escuela de diferente grado pasa prácticamente inadvertido. ¿No es acaso digna del más profundo respeto y admiración cualquier profesor que obtuvo su título de docente y que se para todos los días frente a un aula llena de niños, a impartir sus clases? y con el único interés de que sus alumnos adquieran conocimiento?

Sin embargo, en pocas ocasiones nos detenemos a admirar la labor de tan noble profesión. Cuando nuestro hijo llega orgulloso mostrando un diez en su boleta de calificaciones, inmediatamente lo adjudicamos a su inteligencia y destreza o bien, a nuestra magnífica labor como padres. No obstante, si sufre algún descalabro, sin pensarlo lo achacamos a la negligencia del maestro que no sabe impartir su materia, o que, por alguna razón ajena a nuestro entendimiento, no ha podido darse cuenta de que ese niño al que tan injustamente calificó algún día, tal vez gracias a su incompetencia como profesor, pueda acudir a la universidad de Harvard para darle al mundo nuevas teorías sobre la física nuclear. Ojalá que cuando esto suceda sepamos agradecer al mundo la existencia de los maestros, cuya vocación y paciencia ilimitadas permiten a nuestros pequeños abrir los ojos ante un universo maravilloso.