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¿Qué tipo de padres necesitan tus hijos?

Vivir en un mundo globalizado e hiper-conectado tiene muchas ventajas, sin embargo, también ha hecho que la presión social que sentimos por pertenecer haya aumentado exponencialmente. Y esa presión la sentimos los padres de familia intensamente. Desafortunadamente comparamos constantemente a nuestros hijos, tenemos expectativas que deberían de cumplir sin importar sus gustos o aspiraciones propias, desde que nacen nos imaginamos el camino que deberían de seguir y para lograrlo nos convertimos en un tipo específico de padres.

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María Esther Cortés

Vivir en un mundo globalizado e hiper-conectado tiene muchas ventajas, sin embargo, también ha hecho que la presión social que sentimos por pertenecer haya aumentado exponencialmente. Y esa presión la sentimos los padres de familia intensamente. Desafortunadamente comparamos constantemente a nuestros hijos, tenemos expectativas que deberían de cumplir sin importar sus gustos o aspiraciones propias, desde que nacen nos imaginamos el camino que deberían de seguir y para lograrlo nos convertimos en un tipo específico de padres.

Algunos nos convertimos en lo que llaman padres “helicópteros”, aquellos que quieren advertirle a sus hijos de todos las posibles frustraciones que se les pudieran presentar y evitar que las experimenten; también están los padres “máquinas quita-nieve” los que van quitándole todos los obstáculos a sus hijos para que no se tropiecen ni nunca fracasen en nada; los padres “carpinteros o escultores”, esos que sueñan con poder moldear a sus hijos y convertirlos en la obra maestra que soñaron, sin importar si el niño quiera o pueda convertirse en ese sueño.

Y en el lado opuesto de espectro, están los padres “jardineros” que saben que su hijo es una semilla pero no saben en qué se convertirá, solamente son los encargados de cuidarla, ponerle agua, sacarla al sol, ponerle fertilizantes, hablarte bonito y saben que en algún momento esa semilla florecerá y se convertirá en lo que se tenga que convertir; y también están los padres “charcos de agua” que dejan que sus hijos se salgan de sus planes, de lo normal, de lo esperado, para que puedan encontrar sus propios caminos.

La realidad es que necesitamos muchos más padres que se sientan “jardineros” y “charcos de agua”.

Desafortunadamente la presión social en la que vivimos hace que demasiados padres traten de escoger y moldear el camino que sus hijos van a tomar. Desde obsesionarse con que asistan a una serie interminable de clases especiales hasta una lista enorme de actividades extracurriculares. El objetivo de los padres “helicópteros”, ”máquinas quita-nieve” o “carpinteros-escultores” es tratar de darles a sus hijos una ventaja sobre los otros niños, incluso si eso implica pasar por encima de los demás.  Tienen la idea que en un mundo que es tan competitivo, sus hijos deben salir a flote en primer lugar, que es indispensable que asistan a la mejor escuela o a la mejor universidad, que deben de ser exitosos. El problema con esto, es que su visión de éxito es bastante reducida. Además, en lugar de ser como un amortiguador, como un regulador entre la presión externa y sus hijos, estos padres ejercen mucha más presión directamente a sus hijos. Les transmiten la sensación de que solamente serán bienvenidos a su hogar, si es que logran cumplir con todas las expectativas que les son impuestas. No hay espacio para el descanso, para el juego, para la creatividad.

En cambio los padres “charcos de agua” o “jardineros”, dejan que sus hijos escojan sus propios caminos. Ahora, esto es diferente para cada familia. Lo que sucede en una familia, no necesariamente pasa en otra.

Estos padres les dan la libertad a sus hijos de escoger sus propios caminos, aún cuando los caminos que escojan no coincidan con las expectativas de los padres. Promueven la creatividad y el pensamiento “fuera de la caja”, valoran las habilidades blandas como la amabilidad, el cuidado de los demás, la autenticidad y las experiencias, mucho mas que el rendimiento académico y el éxito en su carrera. No están preocupados porque sus hijos vayan a una universidad o a otra; pero si se preocupan de que sus hijos escojan una carrera que los lleve a su desarrollo y satisfacción personal, sin importar el tipo de carrera que sea.

No se la pasan todas las tardes llevando a sus hijos de una actividad a otra, a menos de que sus hijos verdaderamente tengan un interés particular. Les dan una amplia gama de opciones para que puedan probar y escoger lo que les gusta, no se rigen por lo que es popular o lo que está de moda en ese momento o lo que va a lograr que tengan un mejor rendimiento escolar. Esto resulta en que les den mucho tiempo libre, tiempo de descanso, tiempo para jugar, tiempo para soñar. Se preocupan porque su hijo sea generoso y amable con el niño nuevo de la escuela, no si se sacaron 10 en matemáticas.

Los niños actualmente están muy estresados. Sienten la presión de afuera, la presión social, pero también sienten la presión que nosotros como padres ejercemos sobre ellos. Y esto no está bien. Tienen problemas para dormir, el uso desmedido y descontrolado de la tecnología resulta en menos tiempo para el descanso y el verdadero juego. Los procesos de admisión a las universidades cada vez son mas complicados, y no hablemos de la escaces de empleos. Tal vez no podamos controlar muchas cosas en la vida de los niños, pero lo que si podemos controlar es la cantidad de presión que ejercemos sobre ellos para que entren una “x” o “y” universidad, que obtengan “x” o “y” trabajo y que sean exitosos y perfectos.

Cuando los presionamos para que logren lo que nosotros tenemos planeado para ellos, los estresamos enormemente desde edades muy tempranas. Tenemos prisa por que aprendan una serie de habilidades y destrezas que pensamos serán indispensables para que sean exitosos. Los llevamos al soccer, al tenis, a clase de violín, a clase de mandarín, después de que ya pasaron por lo menos 6 horas en la escuela, para regresar a casa a que pasen otras horas haciendo tareas. Pasan los fines de semana de actividad en actividad, con casi nulo tiempo para jugar, descansar y soñar. No nos debe sorprender el nivel de estrés que manejan.

Entonces, si queremos criar niños que crezcan, maduren y se desarrollen de manera mas sana, debemos tratar de ser mas padres “ jardineros” o “charcos de agua”. Para que nuestros hijos puedan desarrollar las habilidades suaves que los hacen verdaderos seres humanos, como la amabilidad, el poder trabajar en equipo, la empatía, el respeto. Y así eventualmente puedan escoger su propio camino. Pero la única manera en que nuestros hijos van a poder lograr esto, es si saben que serán bienvenidos a nuestro hogar, a nuestro regazo, exactamente como son. Con sus éxitos, pero también con todos sus fracasos. Y este trabajo no lo puede hacer nadie más que nosotros, los padres. Esa es la razón por la que estamos aquí.

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