La imitación se presenta en el niño como una importante forma de aprendizaje. Al observar a nuestros hijos, nos podemos dar cuenta de que la tendencia y la capacidad de imitación se encuentra activamente en cada uno de ellos, aunque de diferente manera. De aquí la importancia de que los niños capten ejemplos constructivos y sanos a su alrededor.
Está probado que el niño acostumbrado desde pequeño a ver a su padre conducir el automóvil con cautela y respetando las leyes de tránsito, casi siempre será un chofer más consciente de sus responsabilidades cuando aprenda a manejar.
Recuerdo dos situaciones que ejemplifican claramente lo anterior. Cierto día que llevaba de paseo a varios niños en el auto, una pequeña, al sonarse la nariz, abrió la ventana y tiró el pañuelo desechable a la calle y de paso, el chicle que estaba masticando. Al observarla, comenté que sería mejor que guardara la basura hasta llegar a donde se pudiera tirar en un bote, a lo que ella respondió sorprendida: ¡No, mi mami así lo tira!
En otra ocasión, un sobrino al ver fumar a su papá mencionó: “¡Papá, mejor no fumes! En la escuela nos dijeron que así contaminas el aire que respiramos”.
Por eso, cuando nos preguntamos porque determinado joven o adulto tiene tal o cual hábito, ya sea agradable o no, sin encontrar una explicación evidente, es muy probable que lo haya adquirido desde su niñez a base de imitar las acciones de los adultos con los que convivió.
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