Indiscutiblemente, ser juez y parte al mismo tiempo es una de las labores más difíciles que existe, mucho más si los principales involucrados somos nosotros y nuestros pequeños. Determinar si la manera en la que actuamos es la adecuada o no, siempre es uno de los factores que más nos preocupa a los padres. Por un lado, cada vez es mayor el número de personas e información especializadas que nos hablan de las graves repercusiones de una educación rígida, de los espacios de comprensión y libertad que deben tener los niños, del cuidado que debemos tener para rodearlos de un ambiente de seguridad y cariño, etc. En los libros de texto aparece un listado en letras mayúsculas sobre los derechos de los pequeños, los anuncios publicitarios nos muestran la imagen de padres realizados que miran con ternura a sus chiquitos y conviven con ellos en absoluta armonía. Ellos, a su vez, esbozan la sonrisa impecable de la felicidad e ingenuidad infantiles. Después de esto se nos vienen a la mente momentos menos afortunados de nuestra propia historia: la vez en que forzamos a Pepito a comerse todo el plato de carne, el día en el que le dimos una nalgada después de que a pesar de advertírselo veinte veces, erró el tiro y la pelota se incrustó en el costo jarrón que había pasado de generación en generación dentro de la familia, o la vez que perdimos completamente los estribos tratándolo de ayudar a estudiar para el examen de español y acabamos profiriendo gritos de desesperación. Es entonces cuando viene el fallo implacable: Pepito es el niño más infeliz del planeta: sus papás somos un absoluto desastre y no sabemos cómo educarlo. ¿Acaso alguien lo sabe?
Creo que estos sentimientos en algún momento se han apoderado de todos los adultos que tenemos a nuestro cargo la responsabilidad enorme de un pequeño y muchas veces minimizamos los esfuerzos genuinos que hacemos cotidianamente por hacer de ellos personas seguras y felices: el trabajo constante para darles una buena educación, las clases extraescolares, las actividades de recreación que planeamos para ellos, el tiempo que tratamos de dedicarles, en fin… nunca vamos a poder estar seguros de hacer lo mejor para las personitas que más amamos en el mundo pero por lo menos tendremos la certeza de que siempre lo intentamos y aunque a veces nos juzgamos duramente, esto bien vale un reconocimiento, ¿no lo parece?
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