A la mitad de la noche, Lucía se despertó por tercera ocasión a calmar el llanto de Gonzalo, su bebé de dos meses de edad. Los gemidos que en un principio eran casi imperceptibles se habían convertido en un llanto bastante fuerte. Con un cansancio atroz, Lucía se hizo la pregunta que muchos padres, especialmente primerizos, se hacen constantemente: ¿Debo dejar que el bebé llore o cargarlo para que se calme?
Aunque las opiniones están muy divididas, los expertos aconsejan que durante los primeros meses de vida es muy importante que el bebé sepa que puede confiar en sus padres cuando está incomodo, mojado, hambriento o cuando siente la necesidad de estar acompañado. Cuando una madre logra anticiparse a responder a las necesidades de su hijo, incluso antes de que éste estalle en llanto, puede fomentar la confianza del pequeño. Una vez que esto se logra, el bebé automáticamente bajará la intensidad de sus reclamos cuando sienta hambre o alguna otra molestia, ya que estará seguro de que tarde o temprano alguien le hará caso. Esto es muy importante porque en la medida que se sienta seguro, podrá desarrollar su propia capacidad para responder y atender las necesidades de los demás.
El arrullo, la sonrisa, las caricias y abrazos le dan al bebé la sensación de que existe y merece ser cuidado. Con el tiempo, él logrará responder de una forma más recíproca y activa.
Como bien dice el dicho: infancia es destino. Si un bebé siente el amor y cariño de sus padres, podrá en el futuro ser un padre afectivo y amoroso.
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