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Niños pequeños, emociones y cerebro

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En los últimos años, uno de los grandes temas dentro de la educación y crianza ha sido “el manejo de emociones”, pero en realidad no hemos terminado de entenderlas, ¿podríamos manejar algo que no logramos entender?

Una parte fundamental para entender a las emociones es entender cómo funciona el cerebro.   ¿Por qué?  Porque ahí es en donde se originan y también donde logramos gestionarlas.

El Dr. Gordon Neufeld, en el curso Science of Emotion describe a las emociones como una energía que nos mueve a actuar.  

Las emociones se presentan en el sistema límbico, conocido también como el cerebro emocional, una parte del cerebro que es primitiva, inconsciente e irracional.  Por lo tanto, cuando sentimos una emoción, no estamos conscientes de ella, simplemente “nos mueve”, nos hace reaccionar de manera automática e involuntaria.  

El aprender a gestionar las emociones, poder tener control de ellas es algo que se hace en la corteza prefrontal, la parte consciente del cerebro.  Es decir, necesitamos que el cerebro alcance cierto desarrollo para poder manejar las emociones, es más, las emociones son lo que nos maneja a nosotros, lo que nosotros podemos hacer es, poco a poco, tomar consciencia de lo que sentimos y así, aprendemos a ponerle nombre a cada emoción convirtiéndola en un sentimiento, esto de “aprender” es una función ejecutiva de la corteza prefrontal.  Entonces, cuando nos hacemos conscientes de lo que sentimos, es cuando podemos actuar, en lugar de simplemente reaccionar.

Llegar a tomar consciencia de nuestras emociones, lograr ponerles nombre, identificar lo que sentimos y por qué lo sentimos, aprender a actuar de manera racional y consiente, toma tiempo y requiere madurez.

Con frecuencia observamos que los niños pequeños reaccionan ante las emociones que sienten, lo hacen de manera impulsiva, pues se rigen por el cerebro emocional, que repito, es una parte inconsciente de nuestro cerebro.  Si a un niño pequeño le quitan un juguete: puede empujar, llorar, arrebatar… su conducta va a depender de su emoción, será una reacción impulsiva e irracional.

La corteza prefrontal, es lo que hace a los seres humanos diferentes del resto de los mamíferos, es la última parte del cerebro que se desarrolla, y es ahí en donde se presentan las funciones ejecutivas, en donde aprendemos a controlar los impulsos, en donde se logra hacer consciente lo que sentimos, en donde podemos razonar, resolver conflictos, equilibrar nuestras ideas y pensamientos, entre otras cosas.  La neurociencia nos muestra que la corteza prefrontal alcanza su desarrollo óptimo entre los 24 o 27 años de edad ¿se imaginan cómo está su desarrollo en niños preescolares?

Mientras nuestros niños pequeños no tienen desarrollada su corteza prefrontal, necesitan que nosotros: padres, maestros o cualquier adulto a cargo de ellos, los ayudemos a ir controlando poco a poco sus emociones.  Para poder hacer esto, nosotros debemos de ser adultos en control de nuestras propias emociones, nuestra templanza, será la templanza de nuestros niños.  

Si yo adulto, me altero cuando mi pequeño llora o reacciona de manera agresiva, no podré ayudarlo a encontrar la calma que tanto necesita.  Es importante entender que el niño “es movido” por esa energía, que él no la puede controlar, nos corresponde ayudarlo a hacerse consciente de ella para que más adelante la pueda manejar.  Volviendo al niño pequeño al que le quitan un juguete, puedo decirle con amor y ternura, “Estas frustrado, pero no hay que lastimar, aquí estoy contigo”.

El permitirle al niño expresar su emoción es absolutamente necesario para que esa energía pueda salir, no podemos controlar lo que siente, pero sí podemos ayudarlo a expresarlo de una manera distinta “Puedes gritar fuerte y decir – No me gusta que cojan mis juguetes – “   Porque si no permitimos que ésta emoción salga, se va a reprimir por un tiempo, pero seguramente saldrá en otro momento, y eso es lo más sano para el desarrollo de nuestros hijos: permitirles que expresen sus emociones, que salga esa energía.  

Antes de que el niño pequeño pueda gestionar adecuadamente sus emociones, necesita poder experimentarlas libremente, es decir, sentirlas.  Así, poco a poco las identificará, se va a dar cuenta de que no es lo mismo estar nervioso que emocionado, estar triste que enojado, sentir alegría que incertidumbre… necesita sentir todas y cada una de sus emociones para lograr diferenciarlas, hacerse consciente de lo que siente y, en algún momento, llegará a controlarlas.  No se puede sentir la calma, sin haber sentido antes la turbulencia.  

El poder alcanzar este equilibrio o balance emocional, es entonces, un proceso que corresponde a la corteza prefrontal, antes de llegar a esto, el niño necesita pasar por un proceso de adaptación, el cuál será mucho más sencillo transitar si cuenta con al menos un adulto, cariñoso y empático, que lo pueda sostener en sus experiencias emocionales, que lo ayude a identificar lo que está sintiendo, que le ofrezca palabras que correspondan a esa experiencia emocional y que le permita una expresión facilitando salidas seguras.  

El manejo de emociones nada tiene que ver con aprender a tolerar la frustración, a manejar el enojo, a desarrollar técnicas o asistir a una clase, se trata de un proceso que requiere de maduración, por lo tanto, toma tiempo.  El ritmo lo marcará cada niño, y los adultos podemos ofrecerles ese espacio seguro para expresarse y podemos sostenerlos mientras logran gestionar sus emociones por sí mismos, mientras tanto también podemos ofrecerles algunas ideas sobre cómo hacerlo, de esta forma ganamos tiempo para que maduren y sean capaces de gestionarlas por sí mismos.

Lic. Marifer Calderón
Consultoría Práctica en Paternidad 
Asesoría en línea
Facilitador Autorizado Instituto Neufeld
@marifer_calderon_
www.marifercalderon.com 

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