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La tan incomprendida “disciplina”

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Cuando escuchamos la palabra disciplina, se nos viene a la mente diferentes imágenes. Gran parte de ellas vienen de nuestra historia de crianza en donde la palabra disciplina seguramente formó una parte importante. Para algunos de nosotros disciplina es sinónimo de obediencia, en otros casos significa respeto, educación, buenos modales, seguir reglas, cumplir tareas, orden, estructura, límites, contención, seguridad. Pero también nos vienen a la mente imágenes de castigos, premios, amenazas, nalgadas, vergüenza, rincón de pensar, ley del hielo, irte a tu cuarto sin cenar, desprecio, lección, frustración, tristeza, miedo, entre otras. Parecería que el problema está en la definición de “disciplina” y en la utilidad que pensamos que tienen dentro de nuestras vidas.  Incluso deberíamos irnos varios pasos atrás, lo importante no debería ser lo que pensamos sobre la disciplina, sino lo que pensamos sobre la crianza de nuestros hijos. Los seres humanos nacemos inmaduros, física, emocional y psicológicamente.  Por eso, necesitamos de adultos maduros que nos cuiden y guíen durante una gran parte de nuestra primera parte de la vida, para que eventual e idealmente podamos convertirnos en seres maduros, independientes, responsables, que a su vez puedan criar a otros seres inmaduros. Y la “disciplina” es una de las herramientas que nos ayudan en esta tarea.   

Los seres inmaduros (bebés, niños, adolescentes y jóvenes) necesitan orden, límites, contención, reglas, estructuras para poder ir creciendo y madurando dentro de ellos. Los encargados de establecer esos límites somos los adultos a cargo de ellos.  Suena sencillo, pero en realidad es muy complejo. Y es complejo porque los límites, las reglas, la contención no son fijos ni estables, van cambiando, dependiendo del tiempo, del espacio, del entorno, de las condiciones físicas, emocionales y psicológicas no solamente del padre y del hijo, sino de los que nos rodean. No existe un manual universal que nos diga cuando si y cuando no, que nos diga hasta dónde debemos dar espacio y cuándo es el momento cerrar la puerta, que nos diga qué hacer cuando “x” o “y” sucede. Pero lo que si tenemos, son ciertas referencias que podemos tener en cuenta cada vez que nos encontremos en disyuntivas sobre si lo que estamos haciendo con respecto a la disciplina de nuestros hijos es o no lo que corresponde para ellos en ese momento. Vamos a platicar sobre algunas de ellas:

Cada vez que pensemos en la palabra “disciplina” deberíamos de pensar en la palabra “orden”. La disciplina está en nuestras vidas para poder ordenarnos. Los padres son los encargados de ayudar a sus hijos a poner orden en sus vidas, los seres inmaduros no pueden poner orden solos, nos necesitan. Cuando algo no está funcionando en la vida de nuestros hijos, por ejemplo, se levantan siempre tarde para la escuela y no les da tiempo de desayunar. Si solamente les gritamos todos los días desde la cocina que ya se les hizo tarde y no van a poder desayunar, sucede día con día y acabamos en gritos, amenazas y pleitos, eso no aporta a ordenar su rutina. Tal vez la solución está en que se duerman más temprano, o en que nosotros los despertemos a la hora adecuada, o que se bañen en la noche y no en la mañana, o que ya dejen la ropa lista que se van a poner para ahorrar tiempo. En fin, como verán las acciones que tomemos son infinitas. Lo que no cambia, es que nosotros necesitamos ayudar a poner orden.

Las reglas, límites, normas no siempre son bienvenidas por nuestros hijos. La contención es necesaria, pero no siempre es apreciada. Si les decimos que se tienen que ir a dormir mas temprano y no pueden seguir jugando, seguramente se van a frustrar. Pero a nosotros ya no nos debe de sorprender ni frustrar.

Los niños no son coches que llevamos a un taller y alguien más nos los arregla y pinta y ya quedan como nuevos. Cuando algo no está funcionando en la vida de nuestros hijos, los que tenemos que meter las manos somos nosotros. Nadie más puede cambiar lo que nosotros no estamos dispuestos a cambiar en casa. Los maestros, las terapias, los libros, los consejeros no sirven de nada si nosotros no estamos dispuestos a modificar, sacrificar, cambiar, trabajar y hacer algo diferente. Una parte importante de los problemas de disciplina en un niño se mejoran cuando los papás modifican su mirada y luego sus acciones.

Ninguna medida de disciplina es inmediata ni es eterna. Los niños no son como palomitas de microondas que en 5 minutos están listos. Los procesos de desarrollo son largos y la madurez toma mucho tiempo.  Si estamos pensando siempre en soluciones rápidas, fáciles, como recetas de cocina, seguramente nuestros esfuerzos por ayudar a ordenar a nuestros hijos serán muy frustrantes. Deberíamos de intentar tomar en cuenta el largo plazo, es decir, pensar si lo que hoy estoy haciendo contribuye o no a ayudar a nuestros hijos a establecer un orden que los ayude a madurar. Nuestro mejor aliado es la calma, la paciencia y el tiempo. Nos podemos tomar tiempo para tomar una decisión sobre alguna regla o límite, y no porque hoy tomemos una decisión, debemos pensar que es para siempre.  

El objetivo de la disciplina es ayudar a poner orden en la vida de nuestros hijos, no es tratar de “enseñarles una lección”. Cuando nos confundimos y queremos enseñarles una lección a través de una medida de disciplina, generalmente lo que sucede es que parece que le echamos gasolina al fuego.  Si el niño ya está teniendo problemas por no tener un mejor orden en su vida y nosotros en lugar de ayudarle a poner orden, lo amenazamos, le gritamos, lo mandamos lejos de nosotros, lo avergonzamos, su problema de disciplina no solo no se arregla sino se incrementa. Si a nuestro hijo que no se levanta temprano para desayunar solo le gritamos y lo amenazamos, seguramente se seguirá levantando tarde, es decir, no habrá “aprendido la lección” de que si se levanta tarde no desayuna y además estará de mal humor y con pocas ganas de estar en clase, lo que seguramente llevará a más problemas de disciplina.

La etapa de desarrollo de nuestros hijos, su edad no solo cronológica sino emocional y psicológica debe estar siempre presente en nuestras decisiones sobre límites, reglas y disciplina. Si les pedimos demasiado, si les pedimos poco, si esperamos imposibles o si nos damos por vencidos fácilmente. Es importante ir ajustando nuestras expectativas a su desarrollo, para evitar frustrarnos innecesariamente. Es un juego entre límites y libertad, que depende de nuestra mirada.

Y finalmente, si lo que estamos haciendo con las medidas de disciplina es tratar de ayudar a poner orden en la vida de nuestros hijos, para que logren madurar y desarrollarse, y sabemos que nos necesitan para lograrlo, entonces queremos tenerlos cerca de nosotros. Entre mejor relación exista entre ellos y nosotros, mas fácilmente podremos ayudarlos. Si nosotros nos la pasamos gritando, amenazando, avergonzando, premiando, castigando o simplemente ignorando a nuestros hijos cuando algo no sale bien, cuando no pueden resolver un desorden en su vida, su instinto será alejarse de nosotros. No nos buscarán para pedir ayuda ni para resolver un problema. Por eso es importante tomar en cuenta el efecto que nuestras medidas de disciplina tienen en ellos, en su desarrollo emocional y psicológico. No debemos de perder de vista el largo plazo, nuestro objetivo es ayudarlos a madurar, ayudarlos a poner orden, a través de darles la contención y al mismo tiempo el espacio que necesitan.

Lic. Ma Esther Cortés
Asesoría en Educación y Crianza /Facilitador Autorizado Instituto Neufeld
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maecl3@gmail.com

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