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LA ADOLESCENCIA, CON SC

La adolescencia es sin duda una etapa de retos, tanto para los adolescentes que están dejando de ser niños para convertirse en adultos, como para los adultos que estamos a cargo de ellos.

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La adolescencia es sin duda una etapa de retos, tanto para los adolescentes que están dejando de ser niños para convertirse en adultos, como para los adultos que estamos a cargo de ellos.

Para nosotros, los adultos, el reto está en que actualmente la adolescencia no es un período definido, no tenemos claro cuándo empieza y cuándo termina.  Podemos encontrarnos con niños de 9 o 10 años que se empiezan a comportar como pequeños adultos argumentando cada cosa que les decimos con un razonamiento aparentemente lógico, pero en medio de su discusión pueden explotar con berrinches que sólo haría un preescolar. También podemos estar frente a un “grandulón” de 23 años, con barba y bigote, que tiene conductas sumamente infantiles que denotan falta de responsabilidad y autocuidado, lo que nos indica que no es tan “grande” como parece. 

Confundimos la palabra “adolescencia”, muchas personas se van con la idea de que los chavos “adolecen”, es decir, tienen algún defecto, carencia o vacío, o bien, padecen de algún malestar.   ¡No!  Incluso hay quienes juegan con la palabra y hablan de la “aborrecencia” haciendo alusión a una etapa detestable. ¡Tampoco!  La palabra adolescencia se escribe con sc y viene del latín adolescens, (participio activo del verbo adolescere) y quiere decir: crecer, desarrollarse o ser criado.  Nuestros adolescentes están creciendo hacia la madurez, como dice el Dr. Gordon Neufeld, están transitando un puente que va desde la infancia hacia la vida adulta. 

Al tener esto en mente, es mucho más sencillo entender a nuestros adolescentes, que no son niños, pero tampoco adultos.  Están en crecimiento, pero eso no quiere decir que sean maduros, nos siguen necesitando, pero de una manera distinta.

Entender la adolescencia, entender a nuestros adolescentes, nos ayudará a entender nuestro papel como los adultos en sus vidas, porque sin duda, nuestro rol va cambiando y necesitamos acompañarlos a transitar este puente, pero desde un lugar diferente. 

Cuando nuestros hijos son pequeños, nos corresponde “caminar” delante de ellos para guiarlos, mostrarles el camino; poco a poco nos colocamos a su lado, para acompañarlos.  Hoy, que están en busca de su identidad, nos corresponde seguir acompañándolos de cerca, pero con un pequeño espacio de por medio, necesitamos permitirles tomar la delantera, estar detrás de ellos para sostenerlos, en caso de ser necesario, pero dejarlos elegir una dirección.  Nuestros adolescentes necesitan “tomar el volante” para desarrollar un sentido de agencia, esa sensación de tener el control sobre las acciones y sus consecuencias.

Permitirles la libre acción resulta un poco complicado, sobretodo cuando vemos que sus decisiones no siempre son las adecuadas.  No suelen pensar dos veces las cosas,  actúan de manera impulsiva, guiados por sus emociones momentáneas… no olvidemos que en la adolescencia hay grandes cambios en la estructura neurológica, aparece la poda neuronal que es el proceso por el que se eliminan las conexiones que no se usan, o se usan poco, para dar espacio a conexiones más útiles.   La corteza prefrontal sigue en desarrollo y es la encargada de lo que conocemos como funciones ejecutivas.   El juicio y razonamiento lógico, la toma de decisiones, el control de impulsos, entre otras cosas, dependen de la corteza prefrontal, y si esta se encuentra en construcción, el cerebro emocional, el sistema límbico, es el que tomará el control.  Es por ello que también viven una turbulencia emocional que con frecuencia turba su pensamiento.

Los adolescentes experimentan importantes cambios, algunos de ellos resultan sumamente vulnerables y para poder funcionar en el día a día, se activan mecanismos de defensa, el sistema de alarma está activo constantemente, y puede sobrecargarse, – cuando una máquina se sobrecarga, se atrofia – así, cuando el sistema de alarma no funciona adecuadamente, no puede avisarle al adolescente que está en peligro, y éste, en su búsqueda de experiencias puede caer en conductas de riesgo porque no es movido al cuidado o a la precaución.  

Por otro lado, están tratando de construir su pensamiento a través de desarrollar ideas, juicios y valores personales.  Necesitamos ayudarlos a organizar y darle forma a esos pensamientos.  ¿Cómo? Escuchándolos e invitándolos a la reflexión.  “Mamá, cuando termine prepa me quiero ir a vivir con mi novia”.  En lugar saltar desacreditando la idea, o querer imponer nuestro punto de vista, hay que invitarlo a pensar, permitir que se exprese y escuchar lo que sale de él/ella.  “Puede ser una buena idea, ¿van a seguir estudiando los dos? ¿Por dónde les gustaría vivir? ¿Van a tener a alguien que los ayude en casa?”.  En el momento que se escucha, puede reorganizar sus ideas.  Pensar dos veces las cosas será de gran ayuda para la toma de decisiones y la mejor manera para que tu hijo lo haga, es dándole espacio para expresarse, apreciando su opinión, transmitiéndole confianza para que te platique sus inquietudes.

Así, en lugar de enfocarnos en la disciplina, podemos poner nuestra atención en nuestra relación, buscar la manera de que nuestros hijos se sientan cómodos con nosotros.  Seguimos siendo sus padres, pero en lugar de querer controlarlos imponiendo nuestra voluntad, tratemos de influir a través del cariño, la admiración y el respeto que sientan por nosotros.

Dentro de una buena relación será más fácil que se respeten tus límites y se absorban tus valores.

Marifer Calderón

Asesoría Parental

Orientación Educativa Familiar

Facilitador de Cursos Autorizado por el Instituto Neufeld

www.marifercalderon.com

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