Durante muchos años, se privilegió la actividad intelectual sobre la actividad deportiva o física en la educación infantil. De hecho, en la actualidad, los programas pedagógicos escolares, siguen inclinando la balanza hacia las materias académicas y dejando la realización de la actividad física como algo secundario, como una materia de recreación complementaria que, en algunos casos, hasta puede ser prescindible.
Un estudio ha demostrado que el ejercicio es indispensable no sólo porque contribuye a mantener la salud física y mental de quienes lo practican sino también porque eleva de manera importante la inteligencia al desarrollar y potenciar las habilidades cognitivas que intervienen en el aprendizaje. Entre dichas habilidades figuran la capacidad de manejar conceptos espaciales y temporales, de planear y anticipar, así como la necesidad de buscar evidencias lógicas y de manejar diversas fuentes de información simultáneamente, etc.
Dentro de las habilidades que intervienen para fomentar la inteligencia emocional, y que el deporte estimula de manera muy importante se encuentran la capacidad de esperar turnos, de trabajar en equipo, de confrontar diversos puntos de vista, desarrollar estrategias sociales y, por último, entre las habilidades intrapersonales están la responsabilidad, la constancia, el gusto por vencer retos, entre muchas otras.
Es por ello, de vital importancia que desde las edades más tempranas se incluya un programa serio de estimulación hacia el deporte y la actividad física que vaya con la edad y las posibilidades de cada pequeño, pero que sea constante, sostenido y progresivo.
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