Como buenos seres humanos, los padres estamos llenos de cualidades y defectos. Desde que los niños son pequeños, se acostumbran a ver a sus padres como los portadores de la verdad absoluta y como seres omnipotentes incapaces de cometer equivocaciones. Por supuesto, llega una etapa en el desarrollo de los pequeños en la que empiezan a darse cuenta de que la realidad que se había planteado hasta entonces no es precisamente la correcta y comienzan a percatarse de los errores que cometen sus papás. En esta etapa que surge alrededor de los ocho o nueve años, es muy importante que los padres sepamos cómo manejar nuestras equivocaciones, ya que de ello depende en gran medida, la imagen definitiva que se formen nuestros hijos.
Partir de la verdad es siempre lo más aconsejable. Muchos padres tratan de que los niños los sigan viendo como seres humanos superiores, porque temen que su autoridad se vea afectada o que el cariño y admiración de los pequeños disminuya, pero este temor es completamente injustificado. Hay que recordad que la niñez es una parte relativamente corta en la vida de un ser humano y que la mayoría del tiempo que convivimos con nuestros hijos será cuando éstos sean jóvenes y adultos. Si desde pequeños les permitimos que nos conozcan con sinceridad, la relación será mucho más agradable y cercana.
Hay que aprender que lo importante no es tanto la equivocación que podamos cometer, sino la manera en la que tratemos de enmendar dicha equivocación. Una de las mejores formas que hay, es admitir que hemos actuado incorrectamente y, sobre todo, ser lo suficientemente humildes como para pedir una disculpa a nuestros hijos. De esta forma, no sólo comprenderán que sus padres son seres humanos buenos y razonables, sino que aprenderán a serlo ellos mismos.
Lic. Ma Esther Cortés
Asesoría en Educación y Crianza /Facilitador Autorizado Instituto Neufeld
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