En el año de 1908, sobrevoló en el territorio Siberiano una enorme bola de fuego que estalló a cinco mil metros de altura y provocó un incendio que se extendió sobre una superficie de dos mil quinientos kilómetros cuadrados. Llegó a tal velocidad que cuando impactó la Tierra todos los sismógrafos del planeta registraron el movimiento. Todo el mundo pensó que se trataba de un meteorito. Sin embargo, algunos años después, investigaciones más minuciosas mostraron hallazgos impresionantes e insólitos. Para empezar, el objeto no había dejado ningún cráter al caer, contrariamente a los meteoritos, no había explotado al entrar en contacto con la atmósfera sino por la energía que guardaba en su interior. Los árboles que se hallaban en la periferia del impacto crecieron de una manera nunca antes vista y presentaron mutaciones muy extrañas.
Muchas han sido las investigaciones que se han hecho en la región del valle del río Tunguska para dilucidar lo que realmente pasó en ese año. No obstante, ninguna hasta ahora ha podido explicar lo acontecido. En alguna época se llegó a afirmar que se había tratado de una nave extraterrestre que había explotado en el aire, pero hasta ahora el misterio continúa…
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