Desde hace más de seis mil años, los hombres aprendieron a utilizar la leche proveniente de los animales domésticos, de muy diversas maneras. Observaron, por ejemplo, que cuando la leche se solidificaba se formaba un producto de buen sabor que podían transportar con mayor facilidad: el queso. En la actualidad se sabe que este alimento adquiere su sabor, textura y aroma a partir de muchos factores como la calidad de la leche, el tiempo, el proceso químico al que se someta, etc. El queso fue tomando un lugar cada vez más importante en la dieta de los seres humanos. Los griegos lo creían una sustancia divina y con él alimentaban a atletas y niños.
Los estudios que se han hecho recientemente sobre este lácteo de muestran que posee un enorme valor dietético ya que concentra los nutrientes principales de la leche. Contiene un alto grado de proteínas, vitamina A (importantísima durante el crecimiento, así como para la visión y la salud de la piel), grasa y vitaminas del complejo B, especialmente B1 y B2 que conservan en buen estado al sistema nervioso. El queso también es rico en vitamina D y calcio que beneficia a los huesos.
Por todo lo anterior, se trata de una muy buena opción especialmente para los niños. Los nutriólogos recomiendan incluir 20 gr. Diarios en la dieta infantil. Además, el queso resulta un sustituto de la leche y puede llegar a suplir las proteínas que proporciona una ración de carne. Otra enorme ventaja es que este delicioso alimento es un gran consentido del paladar infantil y viene en tantas variedades que lo podemos combinar de mil maneras sin que llegue a aburrir a nuestros pequeños, pero paladares exigentes
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