“la probabilidad de que los ciudadanos experimenten un contacto estrecho con contaminantes potencialmente tóxicos en los lugares considerados inocuos (viviendas, oficinas y automóviles) es mucho mayor que la probabilidad de exposición extramuros”. Esto, ciertamente parece difícil de creer; sin embargo, según el artículo en dicha revista, las fuentes más importantes de contaminación doméstica están constituidas por los vapores que emanan de los productos de limpieza, los desinfectantes, algunos materiales de construcción y desodorantes, así como los que provienen de la ropa que se saca de la tintorería y la tapicería sintética. Este tipo de productos son fácilmente perceptibles cuando al pasear por el pasillo de los detergentes y desodorantes de un supermercado, se puede detectar el olor de éstos, aunque los recipientes se encuentren sellados. Cuando una casa de mantiene cerrada para conservar la temperatura o evitar la intrusión de insectos, los niveles de contaminación dentro de la casa se elevan considerablemente.
Como en todo, los pequeños son los más afectados por estos contaminantes, ya que se encuentran más cerca del suelo y tienden a llevarse todo a la boca. Debido a su corta edad, éstos pasan el 90% de su tiempo dentro de casa. Según los expertos, mientras que los adultos asimilan un 10% de plomo, los niños, absorben el 40%.
Esto resulta verdaderamente alarmante, pero puede contrarrestarse un poco al almacenar los productos que desprendan vapores en un lugar apartado de casa, al ventilar todas las habitaciones, al limpiarse los pies antes de entrar (según la revista, este simple hecho reduce hasta seis veces la cantidad de plomo que se acumula en una alfombra) y al reducir al máximo el uso de desodorantes e insecticidas en aerosol.
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