Cada vez es más obvia y conocida la estrecha relación que existe entre el tipo de alimentación que se lleva y el desarrollo tanto físico como emocional de una persona. Si bien la alimentación es importantísima a lo largo de toda la vida, es crucial durante los primeros años de la misma, ya que el proceso de desarrollo y crecimiento lleva un ritmo muy acelerado.
La dieta de los debe ser variada desde el momento de la ablactación; es decir, cuando un pequeño comienza a comer alimentos sólidos. Esta variedad de nutrientes dentro de la dieta diaria tiene una relación muy estrecha con las capacidades intelectuales, de tal forma que optimiza la función del cerebro y fomenta una adecuada capacidad para concentrarse y aprender los contenidos propios de la vida académica.
Tras un estudio en el que abarcó casi a 1,300 niños puso de manifiesto que los pequeños que habían recibido dietas variadas a la edad de dos años obtenían puntuaciones significativamente superiores en pruebas cognitivas aplicadas al cumplir once años que aquellos cuyas dietas habían sido limitadas a sólo algunos alimentos.
Esto se debe a que el hecho de incorporar una variedad de alimentos a la dieta infantil puede reducir el riesgo de sufrir una deficiencia de micronutrientes, según Michelle Méndez, investigadora especializada en los efectos del plomo. Dejar de tomar zinc y vitamina B, por ejemplo, puede impedir el desarrollo cerebral.
Es por eso que no debemos olvidar incluir todos los días una variedad de alimentos que no sólo le enseñarán al niño a tener una apertura hacia todo tipo de comida, sino que le asegurarán un mejor desempeño de sus funciones cognoscitivas y una mayor capacidad para atender y concentrarse.
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