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De Todo un Poco

ANTICIPÉMONOS CUANDO ESTAMOS AL VOLANTE

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Un número impresionante de vehículos circula diariamente por las calles de cualquier colonia de nuestra capital. Esta afluencia de tráfico es el latir del desarrollo de nuestra ciudad que requiere de muchos automóviles para seguir creciendo y progresando. Pero este cúmulo de vehículos ha creado, desafortunadamente, nuevos problemas.

Se multiplica en tal forma el número de accidentes, con la consabida pérdida de vidas y en el menor de los casos, de bienes; y que muchas instituciones del país se encuentran abocadas al estudio y solución del problema.

Para la reducción del número de accidentes de tránsito son muy importantes: el continuo mejoramiento de las calles, los reglamentos y sistemas, y la incesante elevación del índice de seguridad que ofrece el automóvil moderno, pero aún más importante que los anteriores es mejorar la educación vial de los conductores.

La mayoría de los accidentes se pueden evitar, son innecesarios, reflejan descuidos o errores por parte de los conductores afectados. Estamos siempre preocupados por lo que hará el otro, sin detenernos a pensar que todas las medidas de seguridad y precaución que tomemos serán en beneficio nuestro.

La clave nos la da siempre, el acto de anticipar. Anticipamos cuando estamos en buenas condiciones para conducir: cuando poseemos buena vista, un buen corazón, presión arterial normal; cuando estamos descansados y sobrios, etc.

Anticipamos si mantenemos nuestro coche en óptimas condiciones: llantas, frenos, luces y cinturones de seguridad, por supuesto abrochados. Anticipamos si dejamos suficiente distancia para frenar entre nuestro coche y el que nos antecede.

Anticipamos si no confundimos con nuestras maniobras, sobre todo cuando son bruscas, a otros conductores.

Anticipamos si no damos vuelta en la esquina “a ciegas”; si no rebasamos sin mirar nuestro retrovisor o haciendo “zig-zag”.

Anticipamos al conducir, de acuerdo con las condiciones climatológicas y de visibilidad. Pero sobre todas las cosas, si conducimos a una velocidad que nos permita anticipar cualquier emergencia.

En fin, si anticipamos, se reduce considerablemente cualquier posibilidad que altere el placer de manejar o la dicha de llegar.

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